De cómo se gesto la
aventura: Objetivo San Blas
Por : Miguel, alias Mikele
Verán, todo se inicia un día
entresemana de un ya casi agotado verano de 2014 en Santander. Quedo con Bea y
Edu para despedirnos de nuevo y desearles suerte y lo mejor para la vuelta a su
aventura de vivir. Del “Piénsatelo, Mikele, vente a vernos!”, pasamos (algún
Rioja acompañado de queso después) al “A que no hay….” y, finalmente (tras varias rondas adicionales),
al “Me apuesto 100 pavos a que no vienes!”. Comprenderán Uds que la provocación
fue escandalosamente desafiante, estando presente dos de los más clásicos de la
idiosincrasia española: (los c…..), la valentía y el dinero. No pude más que
aceptar el reto y sellar el desafío con un apretón de manos. Acto seguido
continuamos con el propósito inicial de nuestro apurado encuentro (nuestras
agendas estaban al límite) y seguimos despidiéndonos “brevemente” cerrando
algunos de los bares de la noche santanderina, no sin antes (cómo no ¿!?) doblar
la puesta,….otro clásico.
Y ahí me tienen Uds varias
semanas después, el 2 de diciembre para ser exactos, en un primer avión que me
llevaría a Madrid y en un segundo a Panamá Ciudad donde aterrizo 15 horas
después de salir de mi casa. Vuelo rápido y cómodo, la verdad, motivado por la
ilusión de encontrarme pronto con mis amigos en el Caribe y posiblemente, no lo
voy a negar, también por hacer el trayecto MAD-PTY en Buisness Class. Lo
reconozco, se me fue de las manos, un pecado. Pero miren lo que les digo desde
el asiento 12 D en clase turista del vuelo de vuelta, donde tras varios e
infructuosos intentos de colocar brazos, piernas, cabeza y tronco no ya en una
posición que me posibilite un mínimo descanso, sino que mis inverosímiles
posturas no llamen la atención de un director de circo a bordo que sin duda me
ofrecería trabajo como contorsionista. Además, la todopoderosa Providencia en
su sabia y justa visión de la vida me bendice en este vuelo de vuelta con la
compañía de 4 a 6 (perdí la cuenta) angelitos de diferente condición y sexo,
todos ellos chiquitiiiiines y dotados de un canto desgarrador con el que
reclaman, vete tú a saber qué, ahora sí y ahora también, a sus padres, a Iberia
o muy seguramente la mismísima Providencia por lo mal que está el mundo. No
sirve de nada lamentarse, pienso yo (no así mis dulces querubines), así que
acepto con humilde resignación esta prueba y observo aliviado como el cargo de
conciencia por mis pecados cometidos en la ida en Buisness se aligera en la
misma medida que se van cargando mis lumbares. Al final, el sobreprecio
ahorrado en la vuelta me lo tendré que gastar en masajes, lo que, bien pensado,
tampoco me desagrada.

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Vuelo MAD-PTY. Despues del leer el texto comprederán Uds que no tenga fotos del vuelo de vuelta. |
Pero me estoy liando. Volvamos al
relato de la aventura.
Aterrizo en Panamá Cuidad el
mismo día 2 a las 17:45 h (correcto, 6 horas de mi vida quedaron en el aire a
10.000 metros) en medio de una lluvia torrencial, la típica en estas fechas,
dice el comandante por megafonía. Con el aplomo del viajero experto, hago oídos
sordos a cualquier interpretación dañina de esta lluvia de bienvenida y
conservo la vista, por si a caso, y más que nada para no sufrir ningún percance
de verdad.
Me alojo en el hotel Baru Lodge
(nivel correcto) donde pasaría una primera noche prevista y una segunda no tan
prevista, ya que el trasporte concertado para llevarme en la madrugada a la
costa (y de ahí en lancha al MolaMola) no se presentó a recogerme (problemas
mecánicos, ya tú sabe). Una vez más hice gala de mi pericia aventurera (y
también de una calma que a mí mismo me sorprendió,… debe ser el Caribe, pensé)
y aproveché este inesperado regalo (como posteriormente resultó) para conocer
la cuidad. Visita obligada al canal de Panamá (interesante, por sus datos y
dimensiones, pero sobre todo por su historia), subida al cerro Ancón (con 199 m
punto más alto de la cuidad desde donde se tienen vistas panorámicas tanto al
Canal como a la cuidad orientada al Pacífico), cerveza e interesante charla con
mi driver Michael en una terraza de Isla Flamenco y paseo por el Casco Antiguo
(quizás ya no tan antiguo por la influencia del negocio turístico, pero aún con
algún que otro rincón escondido que evoca lo que en su día debió ser. Una vez
más, me sorprendió (en realidad, no fue tanta la sorpresa) un chaparrón
pasajero que no tenía nada de pasajero y mucho de chaparrón, por lo que
compartí taxi con una pareja argentina (“argentinos, no porteños, cheeee, no
confuuunda!!!”) y me fui de regreso al hotel.
Ahí, un nuevo encuentro causal (o
no tan causal) con María Rial (poetisa venezolana en exilio) me hizo disfrutar
el resto del día con su presencia y con una conversación maravillosa sin fin.
Gracias María, .… de nuevo.
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Vista panorámica de Panamá Ciudad desde el cerro Ancon |
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Casco Antiguo antes del chaparrón. |
En la siguiente madrugada, esta
vez sí, me recoge casi puntualmente a las 5:30 am el 4x4 que me llevaría al
norte, a la costa caribeña. Iniciamos un trayecto de 110 km, los últimos 40 de
ellos por una carretera “casi bien asfaltada”, pero que sufre el peso de la
soledad y el paso del tiempo. En un sube y baja, curva derecha, curva
izquierda, atravesamos la zona selvática que nos separa del mar Caribe. Antes
de quedar ambos mecidos en un
“dulce-sueño-cabeza-desnucada-en-el-asiento-trasero del-yeep”, conozco un poco
a uno de mis 7 compañeros de viaje, Juan Felipe Espinosa Builes, joven
financiero colombiano que seis meses antes mandó todo a tomar por ahí para
recorrer con su mochila, su guitarra y su chistera los EEUU, Méjico y Centro
América. Ya de vuelta a su Colombia natal para reconciliarse con su vida (y
posiblemente también con su novia), este muchacho de ojos vivos, pelo rizado y
barba robinsoniana me transmitió una calma y madurez envidiables (no encuentro
otra palabra) y me dejó con la duda de cuanto de ambas se lo debía a su
aventura a punto de concluir.
Camino a la costa caribeña de Panamá.
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Entrando en Guna Yala. últimos 30 minutos. |
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Juan Felipe Espinosa. Un crack! |
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Puerto de Barkasun. Si amplian la imagen verán a JF con su chistera. |
Después de 2 horas “y pico” (es
un decir) llegamos al puerto de Barkasun.
No se confundan, es el final de un camino de arena que se abre a la
orilla de un río y que las lanchas utilizan
como “puerto” de embarque y desembarque de pasajeros, generalmente
turistas, para llevarlos a las islas o a los barcos fondeados en la mar. Existen
tres “edificaciones” de madera: una especie de oficina de los Kunas, un
restaurante (entiéndanme) con mesas y bancos cubiertos que a la vez hace de
sala de espera y, convenientemente separado de ambos, lo que podríamos llamar
WC, éste sí con paredes de ladrillo, no recuerdo si con techo, pero estoy
seguro que sin puertas. Tras una pequeña espera de “que-más-da-cuanto-tiempo”
(fui el último en salir) llega por fin la lancha de Gustavio, mi capitán para
el traslado. Tras navegar lentamente los últimos 500 metros del río salimos a
la mar, Gustavio acelera y pone rumbo a Banedup, una isla cerca del lugar de
fondeo del MolaMola. Según nos acercamos a mi destino final, confieso a una muy alegre y sonriente chica noruega
(sí, existen, y además morena) que yo estaba algo nerviosillo por encontrarme
con mis amigos haciendo palpitar mi mano sobre mi corazón (el motor de la
lancha era muy veloz y también muy ruidoso). Unos 15 minutos después me señalan
en el horizonte al MolaMola y al poco rato veo a Edu sentado en cubierta y a
Bea paseando a Neta a pocos metros en la isla de enfrente llamada Nuinudup que
pertenece a la familia de Tella, la mujer de Anelio, ambos padres de Anderson,
y todos ellos una familia de Gunas de lo más adorable, como poco tiempo después
pude comprobar.
Pero me estoy adelantando mucho.
Besos, abrazos y ladridos (de
Neta) de bienvenida hacen desparecer rápido
mi nerviosillismo y por fin los
tres constatamos con caras sonrientes de incredulidad que, pues sí, me viene a
San Blas.
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Objetivo conseguido!! |
Highlights de San Blas
Antes de que se me agote el son
caribeño (hace ya tres días, 36 horas de viaje de vuelta, un menú McDonald en
Barajas (no pude evitarlo, …. aún no lo entiendo), casi 12 horas de sueño
ininterrumpido, tarde de lluvia gris en Santander con calefacción a tope a 21
ºC y una velada de boxeo en la Albericia (créanme,… aunque a mí también me
cuesta) que he vuelto de San Blas), he decidido abandonar el relato por orden
cronológico. El tiempo en el Caribe existe, pero se pierde una y otra vez,
hasta que uno lo único que final y felizmente pierde es el interés por
buscarlo. De ahí que continuaré esta aventura de escribir ofreciéndoles lo más
destacado, los platos fuertes (no se pierdan la sección gastronómica del Mola),
las partes más memorables, en fin, “highlights” lo llaman nuestros amigos
angloparlantes. Lamentablemente, temo que me quedaré corto en extensión y,
sobre todo, en expresión. Lo siento. Dudo que sea capaz de poner en papel todas
las imágenes, sonidos, olores y sabores que me he traído de San Blas. Intentaré
hacerlo lo mejor posible, pero les ruego de antemano disculpen las ausencias,
se quedaron grabadas en mi disco duro y no creo que las pueda sacar de
ahí.
Guna Yala
Así es como se denomina oficialmente
el lugar de los hechos desde 2011. Anteriormente, esta comarca indígena en la
costa este del Caribe panameño se denominaba San Blas hasta 1998 y Kuna Yala
hasta 2010. En la lengua materna del pueblo Guna no existe el fonema K, por lo
que el Congreso Nacional de Guna (http://www.gunayala.org.pa/) decidió en 2011 reemplazarlo por la
G (y de paso también eliminar la T y la P de su alfabeto, … ya ven). Guna Yala
está formada por una estrecha franja de costa panameña de 373 km de longitud y
por 365 islas (curioso número, verdad?, si es cierto, claro, ref. wikipedia) de
las cuales 36 están habitadas.
Hablando de islas (“dup” en lengua
Guna significa isla, dato que les será útil recordar), pues sí, son lindísimas,
paradisiacas, como quien dice y como servidor confirma. Miles de imágenes
propias de anuncios de agencia de viajes, todas ellas superadas por la
realidad. Lástima que tampoco ellas, las
islas, se libran de los desmanes de algunos no-civilizados y también se pueden
ver envases de plástico varados en la orilla y lanzados al mar desde las
embarcaciones “de recreo” que colonizan San Blas. No hay otra “civilización”
responsable en San Blas, como luego verán. Por suerte la belleza del entorno es
netamente superior, muy superior.
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Selección de Islas. Inagotable! |
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Guna Yala tiene costumbres y
tradiciones muy arraigadas, tanto es así que el hecho de querer
occidentalizarlas por parte de las autoridades panameñas provocó en 1925 una
revolución a golpe de machetazo. Desde entonces esta comarca es prácticamente
independiente. El gobierno panameño ha cedido las competencias para el
autogobierno de los Guna y éstos acatan la legislación panameña (de esto último
no estoy tan seguro). En cualquier caso, reina la convivencia pacífica y
provechosa para los dos. Son los Guna gestionan todo, quien entra y sale de su
territorio, lo que se puede y lo que no se puede hacer en las islas, todo ello
pasando por caja, claro. Incluidos ellos mismos ya que también imponen una tasa
para aquellos Guna que quieran salir a
Panamá Ciudad. Curiosa fijación por el dinero.
Echen un
vistazo aunque sólo sea a wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Guna_Yala),
hay datos interesantes.
Por mi parte
añadir, mejor dicho, alabar las condiciones meteorológicas del lugar. De
acuerdo, hay lluvias, bastantes, pero aún así, la temperatura ronda casi
siempre los 25-27 ªC, incluida la del agua. Efectivamente, eso significa que se
puede, y de hecho hemos estado, todo el día entrando y saliendo del agua sin
diferencia alguna. La ropa sobra, como pude comprobar y disfrutar en alguno de
los muchos rincones solitarios que existen. Llévense tres o cuatro traje de
baño/bikinis para tener siempre uno seco y una, sólo una camiseta, para
protegerse del sol de vez en cuando, más nada. Calzado? Por favor! Cuenta el
Capitán Bones que más de uno llegó de vuelta a Panamá sin darse cuenta que aún
seguía descalzo.
Mi casa en San Blas
Qué decirles del MolaMola? Ese
veterano velero de 34 años de edad y 34 pies de eslora que con soberana
seguridad y maestría ha traído a mis amigos hasta su destino actual partiendo hace más de un
año desde el lejano puerto de Santander. Fondeado desde hace unos dos meses en
distintos puntos de San Blas, disfruta del merecido descanso del marino
guerrero que sólo interrumpe ocasionalmente para cambiar de fondeo. Entonces
despliega de nuevo sus velas, coge aire y vuelve disfrutar cómo un niño
cortando la mar. Así lo viví y disfrute (antes de padecer el inoportuno
mareillo del novato terrestre) cuando volvimos navegando de Coco Bandero a
Banedup. Antes de claudicar tumbado en la cubierta, me vino a la mente la
imagen de un experimentado elefante que en un balanceo suave y seguro lleva a
sus dueños con todos sus enseres y seres queridos a sus espaldas a través de la
selva azul.
El Mola en acción, de Coco Bandero a Banedup. Navegación dura, pero segura con viento NE que con Mayor a una driza y Génova da para una media de 6 nudos. (Has visto Capi?! Tomé nota.)
Ya más en plan doméstico, comentarles
que el Mola (como lo llamamos sus amigos) dispone de todas las comodidades
inimaginables, es decir que las que faltan ni siquiera uno se las imagina
porque no las ve ni las echa en falta. Tuve la suerte de disponer del camarote
del Capitán que habitualmente ocupa junto con su Segundo a bordo,… es lo que
tiene la confianza,… la del capitán y la de ambos. En su techo tiene una
estupenda escotilla que da acceso a cubierta de proa y que me ha proporcionado
unos amaneceres imborrables al asomar por ella medio cuerpo y aún medio dormido
refrescarme escuchando el viento de primera hora y contemplando como despiertan
las islas y el mar. También ha sido una excelente vía de salida para mis
escapadas nocturnas a cubierta cuando, llamado por la imperiosidad miccional ya
casi habitual (me temo), me disponía a darle debida respuesta de pie en la
borda sujetándome al estay de babor (según el viento) y disfrutando de la luna
llena y de la brisa nocturna rodeando todo mi cuerpo. Lo dicho, la ropa sobra.
Imagen y sonido desde la escotilla de mi camarote: Amanece en San Blas (Cayo Holandeses).
La cocina, la veremos más adelante.
El WC, casi ni lo vi, no de lo coqueto que es, si no que me empezó a sobrar
cuando descubrí la realidad de mi entorno natural. Uds me entienden. La ducha
está localizada en la popa del Mola. Consta de una pequeña plataforma de madera
y de una escalerilla que dan acceso al mar. No hay ducha mejor, créanme. Ya
desde el primer día establecí la rutina matutina (soy limpiuco, ya ven) de
bajar por la escalerilla, aún con la legaña puesta, sumergirme silenciosamente
para no despertar a la tripulación
(especialmente a Neta, ….Bea y Edu saben lo que escribo) y unas brazadas
después llegar a la isla más cercana donde remato la toilette matutina con el
efecto exfoliante de la arena blanca y limpia. Un paseo relajante por la orilla y ya está,
listo, limpio y despierto. A mi vuelta el desayuno ya está listo. Lujo.
Gracias, chavales.
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Desayuno en la terraza del Mola: un Lujo!!! |
Sería injusto en este apartado no
darle su merecido espacio al dinghy “Cabo Machichaco”. Un prodigio de la
construcción naval que sirve de embarcación de apoyo al Mola cuando las
maniobras a realizar requieren agilidad y frescura. No se dejen engañar por sus
escasos 2,4 metros de eslora, 1,35 de
manga y su coranzocito propulsor, un motor pizpireta de 2,3 CV. Tampoco tengan
en cuenta que ante una salida importante (es decir, todas) conviene insuflar
aire en sus cámaras cariñosamente remendadas con el único fin de darle aún más
estabilidad, si cabe, y de paso evitar el más que probable
hundimiento-naufragio. Lo dicho, no se dejen confundir por estos detalles
insignificantes. El dinghy “Cabo Machichaco” es un purasangre! He sido testigo
de cómo afronta con valentía y fiereza la dura navegación con mar rizada
mordiendo rabiosamente cada una de las olas que osaban chocar contra su proa
blandenge. No importa que como consecuencia su tripulación reciba las cornadas
mojadas de la mar en cara y frente. La admiración por la bravura del dinghy
supera con creces este inconveniente salado. Cierto es que cuando, en contadas
ocasiones, también recibes agua del cielo (por muy dulce que sea) la batalla
pierde belleza y, por que no admitirlo, cierta alegría. Aún así, el dinghy
“Cabo Machichaco” siempre sale
victorioso de esos lances y siempre trae de vuelta sanos y salvos a su bien más
preciado, su tripulación, mojada o no. Exhausto, pero orgulloso, encuentra
entonces su merecido descanso a la vera de su hermano mayor. Ahí, en su sitio,
amarrado a la popa del Mola espera pacientemente hasta ser llamado para una
nueva misión, siempre dispuesto, siempre fiel.
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Abrazado al dinghy "Cabo Machichaco", fiel y valiente escudero. |
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El "Cabo Machichaco" en acción |
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MolaMola Gastrobar
La oferta gastronómica del Mola es
soberbia! De hecho, planificar, cocinar y disfrutar los diferentes menús
constituye una de las principales atracciones de la estancia en el Mola.
Materia prima de calidad y elaboración magistral con toques improvisados logran
siempre deslumbrar tanto a visitantes como a la propia a tripulación.
Haute cuisine en el Mola con el Chef Bones elaborando platos exquisitos: Langostas a la plancha y arroz con verduras y Jurel fresco del Caribe.
Cucina internationale: Pizza a Molanese
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Langostinos al ajillo con cachelos al pimentón!!! Deliiiicia!! |
Gran parte del mérito corresponde a
la plancha “Los Peñucas”, bautizada así durante la elaboración de una
espléndida cena a base de langostas a la plancha y arroz con verduras y Jurel
que recreó en la cocina del Mola el aroma envolvente típico de este afamado
restaurante del Barrio Pesquero de Santander. La versatilidad de esta plancha
de hierro y el uso que de ella hace la tripulación son prodigiosos e
inagotables.
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Plancha "Los Peñucas" dándolo todo. Seguro que les llega el aroma . |
Los vecinos
Son numerosos los veleros y
catamaranes que fondean aquí. Todos ellos con tripulación e historia
variopintas, si bien muchos de ellos comparten el gusto por haberse quedado
estancado en San Blas. De hecho, no es
raro escuchar el testimonio de haber venido a pasar una semana de paso otros
destinos y quedarse para un par de años. En una agradable comida compartida en
Coco Bandero conocí parte de esta curiosa sociedad. Conocí a Eduardo “Flaquito" Revuelta (hábil cazador de meros
imprudentes y de origen riojano con padres cántabros, de los Revuelta de toda la vida y casa en la misma
plaza de Vega de Pas!) con su pareja brasileña Adriana (todo amor y alegría), a
Steven (corsario francés) con su muy alegre Sara colombiana, Vitorio y Vale
(pareja italiana) con su hija Mila, un ángel rubio de 4 años.
Vida social en San Blas. Tarde y comida compartida en Coco Bandero.
La sociedad Guna que conocí es no
menos curiosa. Ahí están Liza y Venancio, ambos Master Mola Makers y ambos de
condición sexual quizás sorprendente (ella transexual y él gay), pero en
cualquier caso irrelevante, ya que ambos destacan por su maestría en la
elaboración de las Molas. La Mola es un tejido tradicional de formas
geométricas hecho a base de superposiciones con diseños sacados de la
naturaleza o de inspiración religiosa. Sirve de vestimenta tradicional para las
mujeres quienes son las que las fabrican (bueno, aparte de Liza y Venancio), si
bien cada vez más encuentra salida como souvernir turístico, lo que no deja de
ser una fuente importante de ingreso para la familia guna.
Ambos, Liza (que por cierto, es una
celebridad local y tiene un documental sobre su persona de un canal TV francés)
y Venancio, ambos entrados ya en cierta edad, también comparten otra afición que es
la de dedicarse en cuerpo en alma (quizás más en cuerpo) a la “Chicha”, una bebida
alcohólica elaborada a partir de maíz de jora. Tiene rango de bebida sagrada y es
utilizada conveniente y abundantemente en actos ceremoniales, algunos de los
cuales pueden durar varios días seguidos. Vi a Liza por primera y única vez un
día de resaca entre una de esas sesiones espirituales y espirituosas.
Otro personaje guna a destacar es la
“Chica del súper de Banedup”. La tengo que denominar así porque no sé cómo se
llama ni tampoco cual es realmente su función en la pequeña caseta-tienda-bar
que regenta en Banedup. No salimos de nuestro asombro cuando, por ejemplo, va a la trastienda para
traer dos panes que minutos antes categóricamente había afirmado no tener, o
cuando nos dice la cuenta final tras unos cálculos matemáticos imposibles de
rastrear.
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De compras en Banedup. Una experiencia siempre desconcertante. |
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Ha salido a por el pan! |
Sin duda, mis Gunas favoritos son la
familia Anelio, Tella y Anderson. Esta joven pareja, él 39, ella 28 años y
casi 3 el pequeño Anderson, vivirán durante 5 meses en Nuinudup, isla propiedad
de la familia de Tella y muy próximo al fondeo del Mola con quien han hecho muy
buenas migas. Si bien Anelio es muy dicharachero y entusiasta narrador de
historias propias y de la tribu Guna,Tella responde más al carácter típico de la mujer guna, reservada, sin
dirigir palabra (no habla español, pero sospechamos que sí sabe, y desde luego
que lo entiende) o mirada a extraños. Sin embargo, Tella rompe este molde
siempre que se descuida y regala alguna sonrisa. El pequeño Anderson es un niño
de casi 3 años que sólo transmite felicidad cuando corre desnudo por la isla, revolcándose en la arena, sentado quietin en la proa del cayuco de su
padre o cogiendo por una pata a una cría de tortuga para enseñarla. Viste
ocasionalmente con la camiseta del Real Madrid (no se lo pierdan) con el culo
al aire ya que no tiene, y probablemente no quiera tener, el pantalón
reglamentario. A casi 9.000 km de España en una isla prácticamente desierta
también esta familia vive la rivalidad entre el Real Madrid, equipo de Anelio,
y el Barcelona FC, equipo de Tella. Sorprendidos? Aún lo estarán más cuando
sepan que en Nuinudup no hay electricidad y mucho menos TV. Al pequeño Anderson
todo esto le trae al pairo, prefiere ir en pelotas y feliz por la vida y si
algún día alguien le trae una camiseta de Barça seguro que se la pone o
no, como la otra.
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Bea con Anderson. Al fondo Neta a lo suyo. |
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Anelio y Anderson |
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Sin duda mi foto favorita de todas, y sólo lamento no haber estado presente cuando se hizo: Tella vestida de gala por primera vez en el Mola y creo que también en un barco occidental. Ojea una guía sobre San Blas viendo por primera vez las islas de su pueblo desde el aire y reconociendo a las personas que salen en el libro. Anelio y Anderson a su lado. | | | |
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La familia Anelio, Tella y Anderson de paseo.
Me acerco al fin de mi relato y he
dejado lo mejor para el final. Empiezo por el Capitán Bones (cuando lo vean en
las fotos sabrán el por qué de su nombre) no por otra razón que la del debido
respeto a la jerarquía marina y también por empezar, sin más. Edu es un crack! Tranquilo e inquieto a la vez (no soy capaz de entender cómo lo consigue),
natural 100 %, agudo y atento. Del amor que siente por su Segundo a bordo, por
Neta y por todo lo que le rodea, se percata uno en cuanto pisa la cubierta del
Mola. Gran navegante, ñapas más que apañao, chef exigente que ya quisiera Chicote
y sabio conocedor de cada uno de los secretos de la pesca en alta mar. De todo
ello puedo dar debida fe. Viste con orgullo unos calzoncillos largos muticolor,
fiel reflejo de su chispa y sana coña marinera. Ha sido un placer
descubrir al Capi y comprobar con él que hay miradas que lo dicen todo. Un
abrazo, capitán!
La Segundo a bordo Chinasky (el
nombre es de ella, el título se lo he puesto yo) hace más que honor a su rango,
de hecho lo hace desparecer. Con el Capitán Bones forma una pareja armónica de
perfecto engranaje en la que únicamente el amor incondicional da las
órdenes en el día día de su vida. Dulce
y fuerte (pude comprobar que ambas son compatibles), sensible y entregada con
los suyos tiene las ideas muy claras y sabe defenderlas. En más de una ocasión
me he pillado pensando lo poco que le he dado a esta muchacha en 4 años de
residencia en el hospital y lo mucho que ella me ha enseñado en una semana. Y
no me refiero a que bucea con elegancia, cocina con creatividad (célebres son
sus ensaladas) y conoce a la perfección
la flora y fauna marina que ya quisiera el viejo Cousteau. Para mayor gloria,
está, sigue estando (muchos ya lo sabíamos), tremenda y con el moreno total
(creo) que luce ahora, no me queda más que alegrarme por todos aquellos que
tengan la ocasión de verla y por el canalla del Capitán que podrá navegar más
allá. Un beso, Bea!
Last
but not least, la vigía Neta. Un can 100 % marino! Bien conocida en todo San Blas por alertar
estruendosamente a todas las embarcaciones que se acercan al Mola, no vaya ser
que no los hayan visto y provoquen una colisión. Lástima que sus sonoros
esfuerzos de vigía también los lleva a cabo durante la pesca en la que jalea
ruidosamente, y para resignada desesperación del capitán, cada uno de sus lances con la caña. Noble,
obediente con algún que otro toque de locura, son célebres sus acrobáticas
posturas de relax durante los periodos de descanso de su frenética actividad
vigilante. Ehhhh, pues, Guau, guau, Neta!
Y hasta aquí hemos llegado,
suponiendo que Uds aún están ahí. Si es así, gracias por inspirarme a escribir
estas palabras que, reconozco, he hecho pensando en mis amigos.
Gracias Bea, Gracias Edu !!!